Un Portal hacia la realización del Ser y la Paz Mundial

13 -- Parasitosis: la "nueva" epidemia olvidada


Si tenemos una mascota, la llevaremos al veterinario y seguro nos aconsejará desparasitarlo cada tres, cuatro o seis meses, dependiendo el hábitat. En las sierras de Córdoba, y otras partes del mundo, dos veces en el año las liebres y otros mamíferos comen hierbas amargas, como el ajenjo, la altamisa u otras, para desparasitarse. Un perro, en el pueblo o el campo, come pastos amargos para purgarse y desparasitarse al mismo tiempo.

Cuarenta años atrás si usted iba al médico le aconsejaba desparasitarse en cualquier visita anual. ¿Qué pasó en los últimos tiempos? ¿Desaparecieron los parásitos y sólo existen virus y bacterias? ¿O será que las infecciones parasitarias no convienen de tratar? ¿O que simplemente se pasan por alto por falta de diagnóstico?

También hay que aclarar que en Argentina existen pocos especialistas en parásitos y en otros países están en extinción (no los parásitos sino los especialistas en esta pandemia, que cada año limita la vida de millones de personas y aún mata a millones más). Intereses creados y mucho dinero de por medio serán los que expliquen semejante dejadez por parte de las autoridades competentes…

Mientras tanto se sabe que una persona desparasitada es menos propensa a todo tipo de enfermedades, que en los lugares donde se han realizado desparasitaciones planificadas, se obtuvieron mejorías enormes en rendimiento laboral e intelectual, menor índice de trastornos nerviosos y emocionales, etc.

Pareciera que desparasitarse lo hace sentir mejor a cualquiera y se enferma menos la población (¿explicará esto la tendencia mundial en el ámbito de la salud pública y privada a desatender las parasitosis?). O tal vez ese horrendo mito de que sólo los pobres y los países del tercer mundo tienen parásitos. Horrendo y desacertado: todos estamos expuestos a nuestros depredadores, los parásitos.

Sin pretender extendernos demasiado, aclararemos algunos conceptos básicos referidos al tema en cuestión. Los parásitos son los organismos vivos más antiguos del planeta, viven de otros organismos (hospedador) del cual obtienen todos sus nutrientes, sin aportarle beneficio alguno. Este último intentará destruirlo a través de su sistema inmunológico, dando como resultado una verdadera batalla entre antígenos y anticuerpos que se puede extender desde pocos días hasta toda una vida. El parásito no mata al huésped, pues él también moriría, pero lo enferma quitándole el suministro energético (glucosa) y otros nutrientes importantes como aminoácidos, minerales, vitaminas, hormonas, etc.

Pero el sistema inmunológico del ser humano no siempre triunfa en esta batalla, ya que los parásitos lo pueden confundir cambiando la producción de antígenos permanentemente o mimetizándose con células del hospedador. O pegando las células defensivas de éste a la capa externa del cuerpo del parasito, mientras “cambia” su piel y aprovecha para seguir su camino rumbo a estratos más profundos del hospedero, allí donde pueda sobrevivir y reproducirse con más tranquilidad. Todo esto dependerá si se trata de protozoos (parásitos unicelulares, como las amebas) o metazoos (helmintos o gusanos, como oxiuros o áscaris). Tanto tiempo llevamos en esta lucha que ya tenemos genes enfermos por parásitos, los cuales se trasmiten de generación en generación, por ejemplo el gen de la anemia falciforme en zonas de malaria.

Y si ya todo esto le parece serio y se pregunta porque no existen planes de prevención y tratamiento de las parasitosis, agreguemos que la mayor parte de los parásitos se transmiten en el útero materno (y no solamente la toxoplasmosis o el chagas). Por eso es menester que la mujer y el hombre se desparasiten antes de la concepción. Veamos entonces cómo podemos prevenir y curar esta infección crónica desatendida por legos y profanos en materia de salud.

Antes de pasar a los tratamientos, analizaremos algunos mitos y conceptos acerca de los parásitos:

Las parasitosis no son una enfermedad de la pobreza. El hacinamiento en las grandes ciudades es hoy, junto al calentamiento global, al abuso de medicación química, al consumo de alimentos industrializados, etc, los factores que incrementan día a día las infecciones por parásitos en los países desarrollados. Obviamente también los países pobres sufren la situación, potenciada por malos hábitos higiénicos.

El análisis de materia fecal no siempre da positivo. El coproparasitológico puede dar negativo y sin embargo podemos estar parasitados.

Los parásitos no son sólo esos gusanitos que viven únicamente en el intestino y se curan de palabra o tomando dosis únicas de ajo o pastillas. Son los seres vivos más antiguos e inteligentes del planeta. Los parásitos buscan ir a lugares donde nuestro sistema inmunológico no los ataque; intentan alejarse del intestino y lo logran, pasando al hígado, y por circulación sanguínea alcanzan el pulmón, el corazón, los ojos, el cerebro, el sistema nervioso y las glándulas (páncreas, próstata, ovarios, etc), donde tienen asegurado el alimento.

Desparasitarse aisladamente no sirve. Se debe seguir un programa regular y familiar, dos o tres veces al año.

Los parásitos unicelulares se dividen cada seis horas. Imagínese la proliferación que podemos tener tras años de no desparasitarnos. Un dato: los helmintos (gusanos) ponen entre 180 y 250.000 huevos por día!!! Sí, leyó bien, no es un error de impresión.

CÓMO SABER SI ESTOY PARASITADO

Como dijimos, si no nos desparasitamos regularmente, todos sufrimos esta lucha inmune, y la perdemos muchas veces. Si vivimos en contacto con los factores de riesgo antes mencionados, desparasitarnos será imprescindible. Si ha tenido diagnóstico de estrés, síndrome de fatiga crónica, fibromialgia, candidiasis, colon irritable, crisis de pánico, alergias y tantos otros, pruebe a desparasitarse y seguro encontrará alivio a estas manifestaciones. Si tenemos algunos de los siguientes síntomas, es seguro que tenemos que desparasitarnos:

• Fiebres periódicas a repetición, generalmente bajas (entre 37,2º y 39º)

• Alteraciones del apetito, como bulimia y anorexia

• Geofagia (tendencia a comer tierra en los niños)

• Astenia, cansancio y agotamiento súbito (más común antes del almuerzo y por la tarde)

• Necesidad imperiosa de dulces

• Digestión lenta

• Dolores tipo cólico (intestinal, hepático, menstrual, estomacal)

• Diarreas y estreñimientos alternados (irritabilidad del colon)

• Meteorismo (gases)

• Distensión abdominal

• Halitosis (mal aliento)

• Cefaleas

• Insomnio, sueño entrecortado, mal descanso, rechinar los dientes y bruxismo.

• Fobias sociales

• Tics nerviosos

• Convulsiones

• Pérdidas abruptas de la visión y la memoria

• Prurito anal, nasal, vulvar y ocular

• Urticarias

• Bronquitis y bronquiolitis (tos seca)

En un próximo artículo, profundizaremos mas en como “atacar” a los parásitos.

Omar Riachi, conocedor de la medicina herbal aborigen de los comechingones y de los kallawayas, especialista en Medicina Tradicional China por la Asociación de Acupuntura China en Argentina y posgraduado en Holguín (Cuba), docente de la Escuela Argentina de Medicina Tradicional China, ex docente del curso de Medicina Tradicional y Fitoterapia de la Universidad Nacional del Comahue (Neuquén, Argentina) y director de la escuela de Fitoterapia y Medicina Tradicional Aborigen Kallawaya (www.kallawaya.com.ar).

Extraído del libro “Cuerpo Saludable”-Nestor Palmetti